Primera parte : | Abeja - colmena - manejo |
Según mi opinión, el manejo o las técnicas son una condición indispensable para que una colonia tenga en una situación dada las mejores posibilidades para un desarrollo óptimo y un rendimiento máximo de miel. Cada forma de manejo ha de corresponder a las propiedades y especialidades de la abeja empleada. La colmena también tiene gran importancia. Sin embargo, lo que forma el fundamento verdadero de nuestro éxito es la cría.
Ahora bien, mi tarea es tratar detalladamente los cuatro factores principales existentes en nuestra explotación apícola, y sobre todo poner de relieve el porqué, el pro y el contra.
En Inglaterra — al igual que en todos los países de habla inglesa — no se da en la actualidad mucha importancia a las técnicas empleadas. Se las considera como una cosa, que se sobreentiende. Los trabajos estacionales fueron mencionados en nuestra literatura bajo el título « management ». Sin embargo, una forma de manejo sobresaliente hoy casi no se encuentra en ningún lugar. Eso no siempre fue así; pero pasando el tiempo todas las formas prometedoras desaparacieron silenciosamente. Los apicultores exitosos, sobre todo los apicultores profesionales, llegaron paulatinamente a la conclusión de que todos los métodos que están basados en intervenciones más o menos graves, en muchos casos causaron más daños que provechos. En general, se llegó al resultado de que las condiciones preliminares para un rendimiento máximo de una colonia no pueden ser establecidas, si no se respeta la organización maravillosa y los instintos propios de las abejas.
Además, cada forma de manejo eficaz tiene que ser adaptada tanto al clima y a la flora melífera existentes, como también al tipo de colmena con la cual se trabaja, y a los caracteres inherentes a las abejas. El apicultor profesional además tiene que tomar en cuenta el trabajo que se requiere en cada colonia para esta o aquella práctica. Realmente, de ello depende en gran parte el éxito económico y la rentabilidad de una explotación apícola. Para un empresario apícola cada maquinaria que simplifica las prácticas y que ahorra tiempo, tiene importancia decisiva.
Es preciso considerar pues no sólo las medidas estacionales de nuestra forma de manejo, sino también el equipo técnico correspondiente y también las abejas con las cuales trabajamos. Antes de tratar estos temas, quiero mencionar un acontecimiento relacionado con mis primeras experiencias como apicultor — un acontecimiento que ha tenido gran efecto sobre nuestra apicultura y su éxito en los años que siguieron. En muchos casos son los acontecimientos apenas advertidos, los que influyen decisivamente y al mismo tiempo dan impulsos para adquirir nuevos y valiosos conocimientos.
Cuando en otoño de 1919 me fue entregada la responsabilidad sobre nuestra apicultura, estuve enfrentado con una serie de problemas. Debido a la epidemia de acariasis, que según la estadística oficial causó la muerte de 90% de las colonias, los apicultores de Inglaterra tuvieron que orientarse de nuevo y adaptarse a las nuevas circunstancias. Ya no se pudo seguir obrando según las prescripciones e ideas antiguas, que en parte eran justificadas antes de la pérdida de la abeja autóctona. Con la abeja italiana, la que se tomó en consideración principalmente por su resistencia contra la acariasis, no se pudo operar de la misma forma que con la abeja autóctona oscura. Como suele suceder a menudo, los apicultores de cierta edad se sometieron sólo difícilmente a las nuevas circunstancias. La manera de argumentar hoy en día contra todo lo extraño en diversos países me hace recordar a aquellos tiempos. Por ejemplo, hace más de cincuenta años prevalecía la opinión de que tanto las razas como las colmenas y técnicas extranjeras, serían absolutamente inapropiadas para nuestro medio. Esta opinión, que representaba una convicción profunda, resultó errónea y equívoca. En verdad, ni los apicultores más progresistas de aquel tiempo podían imaginarse el desarrollo que les quedaba por delante.
Hasta el año 1920 cada una de nuestras colonias contaba con una cámara de cría de diez cuadros, según el estándar inglés. Tales cuadros tienen las medidas interiores de 34,3 cm x 21,6 cm. Sin embargo, notamos ya en tiempos muy anteriores, que este tamaño de panal limitaba desmasiado la población de las colonias al usarse la abeja italiana, que es más prolífica, sea en forma pura o cruzada. La tradición y los prejuicios estaban en contra del uso de dos cámaras de cría por colonia. En otoño de 1920 le dejé a una colonia para fines experimentales dos cámaras de cría con aproximadamente cuarenta libras de provisiones para el invierno. En la primavera siguiente esta colonia resultó ser la más fuerte. Se desarrolló perfectamente, y sin intervención alguna estuvo lista para recibir la primer alza cuando los árboles frutales comenzaron a florecer. Durante todo el verano esta colonia no ocasionó trabajo alguno, salvo el añadir alzas adicionales, de las cuales necesitó seis en total. Al final de la temporada melífera la misma colonia con todas sus alzas sobresalió del apiario como un faro. La verdad es que era como un faro, no sólo simbólicamente, sino también desde el punto de vista práctico. Además de mostrarme el camino correcto y más corto al éxito económico, también me advirtió del peligro de intervenciones arriesgadas que en muchos casos llevan al naufragio.
Dicha colonia fue verdaderamente un caso ideal, pero no irreal. En el año 1921 nuestra cosecha media alcanzó aproximadamente un quintal, pero nos costó muchos esfuerzos innecesarios. En cambio, obtuvimos de ella un quintal y medio sin operaciones extraordinarias. Un rendimiento neto de un quintal y medio era en aquellos tiempos un acontecimiento casi inaudito. Mientras tanto, en años favorables hemos superado en mucho esta cantidad como producción promedial, y los rendimientos máximos ascendieron a más de tres quintales.
Ahora hay que preguntarse : ¿Cuáles fueron las condiciones previas para este éxito sorprendente? Sin duda lo fue en primer lugar una colmena espaciosa, o mejor dicho una cámara de cría no limitada, provista con la cantidad necesaria de provisiones invernales. Estos dos factores en conjunto hicieron posible un desarrollo primaveral sin interrupciones y sin obstáculos, y eso sin haber usado alimentación estimulante alguna. En tercer lugar lo fue el adicionar espacio según las necesidades de la colonia, sin más intervenciones y disturbios mayores. Finalmente, el factor más importante de todo éxito apícola : una reina de primera calidad y origen, y de raza muy productiva. Sin tener las condiciones preliminares antes mencionadas, dicha colonia seguramente no hubiera recolectado ni una libra más que las otras de este colmenar, a pesar de poseer una reina buena. Por otra parte, sabemos por amarga experiencia que todas estas condiciones previas no tienen valor — más bien resultan ser desventajosas — sin una reina prolífica y del mejor origen. Sabemos además que una colonia con tales condiciones preliminares no sólo da una producción máxima, sino que simultáneamente requiere un mínimo de tiempo y trabajo.
Conviene añadir esta nota : Tuvimos al mismo tiempo ochenta colonias más con reinas hermanas, pero ninguna de éstas llegó a un rendimiento como el mencionado. La causa de ello es evidente.
En pocas palabras : nuestro éxito económico está basado en una abeja que responde plenamente a las exigencias de una apicultura moderna. La colmena, o mejor dicho el tamaño de la cámara de cría, también juega un papel importante. Estos dos factores, junto con el manejo y todo eso adaptado a las condiciones melíferas presentes, forman la base de nuestro éxito. El apicultor no tiene influencia sobre el tiempo y el flujo de néctar; sin embargo puede disponer libremente sobre los otros factores decisivos.
La abeja forma el punto central de toda apicultura. Su raza y origen determinan en gran parte cada medida del apicultor, así como también el éxito económico. Seguidamente, quiero referirme a la abeja con la cual operamos y también a su origen.
La abeja de Buckfast procede de un cruzamiento entre la Ligústica y la antigua Melífica, autóctona de Gran Bretaña. Se trata de una raza artificial que ha sido desarrollada en el transcurso de aproximadamente cincuenta años. Por su color se parece a la Ligústica — oscura y morena — semejante al cuero. En comparación con ella la Buckfast es más laboriosa, más ahorrativa, menos propensa a enjambrar, más resistente a enfermedades, especialmente a la acariasis y a la nosemiasis. Apenas recolecta propóleos, permanece tranquila durante el invierno. En la primavera se desarrolla rápidamente, pero no demasiado temprano, y mantiene por sí misma, es decir sin alimentación estimulante, colonias fuertes y vigorosas durante el verano entero. Su comportamiento es más dócil que el de la Ligústica y permite manipulaciones rápidas, también a mal tiempo, lo cual tiene mucha importancia en nuestro clima. Como la mayoría de las razas, se extravía fácilmente, lo que empero no tiene consecuencias desventajosas, si las colonias están situadas en forma aislada. Por eso no es apropiada para una casa-apiario, excepto si se ponen en ella sólo colonias Buckfast.
Todos los caracteres relacionados con el rendimiento mielero tienen poco valor sin una baja tendencia a enjambrar; de lo contrario estos caracteres no pueden desarrollarse plenamente. Un instinto muy moderado a enjambrar facilita no sólo el despliegue óptimo de todas las propiedades que afectan la producción, sino que también resulta de él un mínimo de costos, tiempo y trabajo. Es la base imprescindible que determina la rentabilidad de una apicultura moderna. A título informativo : Un colmenero industrial inglés con aproximadamente dos mil colonias con reinas fecundadas en el colmenar, es de la opinión que las abejas de nuestra cría no enjambran, o lo hacen en tan poca medida, que no vale la pena aplicar las medidas tradicionales para controlar la enjambrazón.
Si bien la abeja Buckfast pura es muy productiva — un criador en Alemania del Sur obtuvo en el verano de 1968 de ocho colmenas colocadas en su estación de fecundación, un rendimiento de 80 kilos por colonia — nos apoyamos sobre todo en cruzamientos, para los cuales nuestra estirpe sirve como base. Una cría de líneas puras sólo puede lograr máximos rendimientos conjuntamente con la heterosis. Pero aquí se debe tener en cuenta ciertas particularidades de la cría de cruces, que se ponen de manifiesto especialmente en el caso de las abejas. Más tarde me dedicaré a ello en forma más detallada.
La raza Cárnica goza de gran popularidad en los países de habla alemana. Por tal motivo quiero anotar algo al respecto en este lugar. En Inglaterra, como en todos los países de habla inglesa, la Cárnica no es considerada como una raza de notable importancia económica. La enjambrazón excesiva, la fecundidad moderada, la necesidad de aplicar alimentación estimulante en las épocas entre los períodos melíferos, todo esto no es apropiado para una explotación moderna — a pesar de las demás propiedades valiosas con que cuenta esta raza. Al contrario de la Cárnica, la Cecropia o abeja griega se acreditó mucho — ante todo en cruces con nuestra abeja. Como es conocido, la Cecropia es una subespecie de la Cárnica y casi no se distingue de ésta por su apariencia. Esta abeja griega es mucho más prolífica y sobre todo tiene muy poca tendencia a enjambrar, también en cruces, y según nuestras investigaciones es del punto de vista económico la variedad más valiosa de todas las que pertenecen a la raza Cárnica.
Siempre se vuelven a confirmar tales resultados obtenidos con esta raza en un sinnúmero de experimentos llevados a cabo en forma objetiva con fines de comparación, ya sea con abejas de todas las regiones de donde procede dicha raza, o con abejas cruzadas o criadas de líneas puras.
De la colmena empleada depende en gran medida cada práctica usada, como también en parte el éxito definitivo. Antes de llegar al tema mismo, quiero decir previamente algunas palabras al respecto.
Creo que será además instructivo, si pongo de relieve el desarrollo de la colmena como la usamos hoy, pues mis experiencias no están limitadas sólo a ella.
Considerándola del punto de vista práctico y económico, la colmena es un elemento muy importante de toda apicultura moderna — aunque no tanto en relación con las necesidades de las abejas mismas. Verdaderamente, una colonia de abejas es sumamente modesta y adaptable repecto a su vivienda : troncos huecos, rendijas en piedras o paredes le sirven de habitación de forma natural.
No olvidemos : Una colmena moderna es prácticamente una herramienta del apicultor. Cuanto más cómodos sean los trabajos estacionales en la colmena y cuanto menos tiempo y esfuerzos se necesiten para realizarlos, tanto más adecuada y económica es su herramienta. Una colmena perfecta no se puede lograr por medio de una construcción complicada y cara, con muchos equipos adicionales, sino al contrario a través de una sencillez extrema. En efecto, es sorprendente cómo se puede trabajar muy eficazmente con las colmenas más sencillas.
¡Qué modestas eran mis colmenas provisionales! El cuerpo de cría y las alzas constaban de tablas de madera de 1,3 cm de grosor; los fondos y cubrecuadros fueron hechos de cualquier cajón, la tapa o techo consistía sólo de cartón embetunado. Para evitar mayores pérdidas térmicas, intercalábamos papel de periódicos entre la tapa y el cubrecuadros. En el invierno cubríamos también los costados de estas colmenas provisionales con cartón embetunado para mantenerlas secas. Jamás pude notar diferencia alguna en el rendimiento entre colonias que habitaban en colmenas de doble pared o colonias en colmenas provisionales de lo más simples, siempre con panales de las mismas medidas. En este sentido las colmenas de emergencia no dejaban mucho que desear.
Hasta el año 1923 trabajamos sin exepción con cuadros según el estándar inglés, y desde hace algunos años con dos cámaras de cría de diez panales por colonia. Con la importación y la extensión general de la abeja italiana poco después de la primera guerra mundial, la apicultura en Inglaterra adelantó enormemente en pocos años y cambió asimismo en igual medida. Bien pronto se reconoció que las colmenas y las técnicas tenían que ser adaptadas a una abeja mucho más prolífica. Además una apicultura lucrativa exigía sobre todo simplificar fundamentalmente la construcción de las colmenas y los equipos adicionales. Por suerte el colmenero inglés ya se había librado en aquellos tiempos de muchos prejuicios, los que aún en la actualidad se perciben en los países de habla alemana. Por ejemplo : qué sería lo más conveniente, colocar las colmenas en casas-apiario o al aire libre, con manipulación desde atrás o desde arriba, con batería fría o caliente, etc. Ante todo nos ocupábamos de dos problemas solamente, o sea, si se debía preferir colmenas de doble pared o de una pared y cuál sería el tamaño adecuado de la cámara de cría. La mayoría de los apicultores progresistas preferían el tipo de Langstroth o por lo menos una colmena semejante. Para practicar trashumancia sólo entró en consideración una colmena del tipo americano. Así fue el caso nuestro. Sin embargo, la cámara de cría del modelo de Langstroth es desmasiado pequeña para una reina prolífica. Yo no quise operar con dos cuerpos de cría por colonia, como es usual en Norteamérica. Comparando los cuadros del tipo Langstroth con los cuadros del estándar inglés, no pude notar ninguna ventaja sustancial a favor de los primeros — era mi deseo contar de todos modos con un cuerpo de cría de un tamaño que sería suficiente para las reinas más prolíficas. Por lo consiguiente, me decidí por una cámara de cría con doce cuadros Dadant. De ello resultó un cuerpo de cría del mismo largo que ancho, es decir con medidas exteriores de 50,5 x 50,5 cm y de 30,5 cm de altura. Las alzas son de las mismas medidas exteriores, pero con media altura y diez panales espaciados.
Por lo demás : aunque aprecio mucho una sencillez extrema de las colmenas, asimismo atribuyo importancia a una construcción sólida y duradera de todas las partes de una colmena, especialmente de los cuadros de los panales. En este caso el ahorrar sería contraproducente. Sin duda, en una explotación apícola no hay nada más desagradable y que cause más pérdida de tiempo que cuadros, que no mantienen siempre su debida forma o que se quiebran, y partes de colmenas que fallan antes de tiempo.
El único factor que tiene considerable influencia en el rendimiento de miel, es probablemente el tamaño de la colmena, o mejor dicho el volumen del cuerpo de cría. Una cámara de cría que limita la puesta de la reina, impide el desarrollo completo y como consecuencia la capacidad de producción de una colonia. El vigor máximo posible de una colonia es reducido por tal limitación y eso trae por consecuencia que la producción se reduce a un nivel igual. Así es imposible lograr una producción individual máxima y obtener un criterio confiable para valorar la producción. Sin embargo, debo admitir que en aquel entonces no me eran conocidos estos hechos importantes. Mi decisión por la medida Dadant (44,8 cm de ancho y 28,5 cm de altura) y por un cuerpo de cría con doce panales de tal tamaño, se basaba únicamente en el manejo técnico. Sí, en aquel tiempo fui prevenido por muchos, que con un cuerpo de cría tan grande no lograría cosecha alguna en el brezal, y que las abejas almacenarían en él todo lo recolectado. Como tales advertencias provenían de apicultores bien versados, no pude rechazarlas como infundadas. Yo tomé en cuenta empero los inconvenientes de una cámara de cría tan grande en vista de las demás ventajas sobresalientes que ésta presenta. Sin embargo, la experiencia práctica demostró pronto, que estos expertos se equivocaban.
Por supuesto, sin haber hecho anteriormente experimentos y comparaciones, un cambio de tal índole no hubiera sido justificado. Las reflexiones aparentemente correctas, tanto en cuanto al modo de organización como al de producción, deben ser confirmadas por la práctica en la realidad inexorable. Por eso me decidí a modificar la mitad de las colonias en nuestros tres colmenares externos en el verano de 1924. Dejamos las otras veinte colonias de cada apiario con el estándar inglés. Aunque el verano de 1924 no fue favorable, pudimos llevar a cabo tales cambios parciales sin mayores dificultades. Por lo contrario, el año 1925 resultó muy bueno para la producción de miel, lo que fue muy apropiado para nuestros experimentos con fines de comparación. Los resultados nos sorprendieron en varios aspectos. Pronto tuve la certeza : la colmena nueva no sólo respondió a todas las exigencias del manejo, sino que superó también todas las espectativas de producción, especialmente en el brezal. Esto ha sido confirmado de nuevo en los años siguientes y hasta el día de hoy. El cambio definitivo de las colonias se realizó en 1930.
Por supuesto, soy consciente de que un cuerpo de cría, como lo usamos nosotros, no es apropiado para toda región, principalmente no para aquéllas, donde la primavera es la única temporada melífera del año. Allí donde se usan grandes cuerpos de cría, es absolutamente imprescindible contar con reinas de la mejor calidad y origen.
En los países de habla alemana las colonias suelen alojarse generalmente en casas-apiario. En los países meridionales y del Próximo Oriente se encuentra también en muchos casos una colocación apilada en cabañas abiertas con techos de una sola agua, y a veces, como en Chipre y Egipto, sin ninguna protección. En cambio, la colocación aislada es usual en todos lados.
Una casa-apiario tiene sin duda ciertas ventajas desde el punto de vista estético y práctico, y la predilección por este modo de apicultura por parte de aquellos colmeneros que aprendieron esta tradición, es bien comprensible. Viéndolo sólo por su aspecto económico, una casa-apiario tiene grandes desventajas. No considero necesario enumerar todas éstas, pero quiero poner de relieve algunas, pues según mi opinión no siempre se les ha atribuido la importancia correspondiente.
He mencionado ya el hecho de que visto objetivamente, no es posible valorar la producción efectiva ni seleccionar para la cría en una casa-apiario, por los inevitables desvíos de las abejas en este modo de colocación. Asimismo la Cárnica se extravía, aunque no en el mismo grado que la mayoría de las otras razas. Además, debido a toda una serie de circunstancias que frenan o estorban un desarrollo pacífico y armónico de las colonias, se impide una producción máxima de cada colonia. Por lo demás, las colmenas, como lo requiere una casa-apiario, imposibilitan de antemano un desarrollo completo de las colonias. A ello se añade la excesiva protección térmica y el calor extremo que reina durante el verano en las casas bien carpinteadas, y que no permiten según nuestra experiencia una evolución normal, natural y sana. Puedo imaginarme que tales constataciones sean consideradas como heréticas e infundadas por los apicultores que utilizan casas-apiario, pero más adelante me referiré a los experimentos que confirman dichas exposiciones.
Nosotros aprovechamos las ventajas de la casa-apiario con respecto a la cría de reinas, pero con la ayuda de medidas que evitan los inconvenientes mencionados. De otro modo, solamente entra en consideración la colocación al aire libre en forma aislada. Las ventajas de esta colocación, de la manipulación por arriba y de las colmenas de alzas múltiples son tan conocidas que no es necesario aludirlas. Una colmena de apertura trasera o una colmena álbum son aquí inconcebibles.
Por razones que no me son explicables, en la colocación al aire libre se acostumbra poner siempre las colmenas en líneas largas, todas con la misma dirección de vuelo. En tiempos anteriores yo practiqué lo mismo; no obstante descubrí bien pronto que esta disposición tenía desagradables desventajas económicas y también desde el punto de vista del manejo. Los desvíos de las abejas son más frecuentes de lo que a veces se pensó. Hay seguramente diferencias entre las distintas razas y estirpes, pero todas se desvían. Si en un apiario existen enfermedades, sea de pollo o de las abejas adultas, la colocación apilada o en forma de líneas paralelas fomenta una extensión de lo más rápida de colonia a colonia. Después de haber practicado la trashumancia al brezal se evidencia claramente la dimensión total de los desvíos. Allí reconocí la plenitud de todas las desventajas y sus consecuencias en una colocación en líneas. Desde el año 1922 aplicamos la colocación en grupos, en general cuatro colonias por grupo. Cada colonia de un grupo tiene otra dirección de vuelo — ya sea hacia el sur, norte, este u oeste, lo que no repercute de ninguna manera en el rendimiento. Las colonias puestas así se comportan más tranquilamente y hay menos luchas, sobre todo en el otoño. En este modo de colocación nos es casi desconocido que la reina sea matada o embolada, lo que en muchos casos se debe a los extravíos de las abejas.
Además la colocación en grupos posee valiosas ventajas para el manejo técnico, lo que nos ahorra mucho esfuerzo y tiempo. Las colmenas están dispuestas todas sobre una base gemela de madera, a una distancia de 20 cm entre dos colmenas y de aproximadamente 70 cm entre las dos bases de un grupo. Al trabajar con una colmena, la colmena vecina de la misma base nos sirve de mesa. Las bases gemelas descansan sobre una base de hormigón, con la cual queda garantizada siempre la posición horizontal de las colmenas. El borde superior del cuerpo de cría se encuentra a 60 cm del suelo aproximadamente y se halla así a una altura cómoda para llevar a cabo todos los trabajos — o sea en una posición favorable para un apicultor industrial, pues le ahorra fuerzas y tiempo.
Antes teníamos hasta cien colonias en un colmenar. Hoy consideramos sin embargo a cuarenta colonias como el número mayor y más rentable. Nuestras 320 colonias productoras están distribuidas actualmente en nueve apiarios sobre distintos suelos y con diferentes potenciales melíferos. Las fuentes principales de néctar son en todo caso el trébol blanco y el brezal. La gran desventaja de Devon suroeste es que dependemos de una flora poco melífera y que además contamos con la mayor cantidad de precipitaciones de toda Inglaterra — con excepción de la costa del noroeste. Los empresarios apícolas que tienen hasta dos mil colonias se encuentran en regiones, donde crece el pipirigallo y otras plantas melíferas valiosas, y donde las precipitaciones llegan a sólo la tercera parte de las nuestras. Devon suroeste no es pues un lugar ideal para las abejas, como se supone con frecuencia, y solamente es rentable aquí una apicultura explotada intensivamente.
Mediante el trato diario con abejas por espacio de muchos años, el apicultor industrial adquiere en muchos casos conocimientos que el científico en el laboratorio y la mayoría de los apicultores generalmente no obtienen. ¡Verdad! Una experiencia reducida involucra siempre el riesgo de hacer conclusiones que pierden su validez al aplicarlas en la plena realidad, incluso a veces resultan completamente equivocadas. El apicultor industrial en su lucha por la existencia debe pensar y actuar siempre muy objetivamente. El debe distinguir estrictamente entre lo insignificante y lo esencial en relación a la explotación, tiene que liberarse de prejuicios y dedicarse abiertamente a todos los problemas que se presentan. Sin embargo, algo es seguro : no dejará de lado ninguna medida que pueda influir de algún modo en el éxito de sus esfuerzos en forma esencial y segura. Sin duda me es conocida la mayor parte de las diversas formas de manejo. En el transcurso de los años he probado muchas de ellas en la correspondiente medida. ¡Sí! En otros tiempos el colmenero inglés se confiaba en extremas intervenciones de toda índole. No se puede negar que de vez en cuando las medidas forzosas trajeron un éxito aparente, pero por cierto, con más frecuencia fallaron, y a veces causaron más daños de lo que presentaron en ventajas. Si pudiéramos pronosticar con alguna certeza el tiempo y el flujo nectarífero, sería justificable económicamente efectuar una intervención arriesgada. Pero así, tales medidas suelen ser en su mayoría y para siempre una cuestión de suerte de valor cuestionable. Indudablemente tales artimañas le divierten al apicultor entusiasmado, pero el empresario apícola no puede entregarse a tales procederes. El tiene que disponer las técnicas de modo que logre rendimientos seguros y permanentes, evitando todas las casualidades. Toda medida que lo conduzca a una mayor y más segura producción, debe apropiarse necesariamente de igual modo en una explotación pequeña.
Si bien nuestra apicultura ciertamente es explotada en forma intensiva, nuestra forma de manejo está basada en los más sencillos y elementales fundamentos, evitando toda labor que no sea absolutamente necesaria. En verdad es sorprendente, cuán pocas son las posibilidades de que dispone el apicultor para influenciar positivamente el bienestar y la prosperidad de una colonia, y con ello el éxito definitivo de su apicultura. Siempre hemos de considerar lo siguiente : En lo esencial nuestro esfuerzo se limita a un tratamiento razonable y cuidadoso.